La música trasciende hacia el más allá

Aunque nunca conocí a mi abuelo, siempre se comunica a través de la música.

By GIANNA CANTO
Arielle Rizal / Daily Trojan

Desde que puedo recordar, a pesar de no haberlo conocido, mi abuelo ha sido una de las figuras más importantes en mi vida. Le llamaban “El Tiburón”.

Mientras crecía en Miami, parecía que todo el mundo tenía historias del Tiburón. Era imposible evitarlas, pero nunca me aburrieron. Mi amor por abuelo aumenta con cada recuerdo. Él era el tipo de persona que trataba a todos con un respeto y admiración profunda. Tenía una capacidad de amar incomparable y una gran disposición de apoyar a cada una de las personas en su vida. No importaba si era el empacador en Publix o las mujeres sirviendo café en la ventanita de La Carreta, todas y cada una de las persona con quien interactuó puede confirmar: conocerlo era amarlo.


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Solo su memoria tiene el poder de iluminar a cada persona que lo conoció. Esa impresión era la contribución más impactante para mi percepción de su carácter. Tras  años escuchando estas historias, he formado una colección de adoraciones interminables que se entretejieron para fabricar la imagen del abuelo que conozco hoy: la personificación ambiciosa, carismática, segura y suave de un amor insondable por lo que es vivir. Nunca se alejó de las cosas que hacían que su vida valiera la pena y nunca falló en mostrar su devoción a todos sus seres queridos. 

Desde el momento en que nací, mi abuelo Tiburón ha tenido una presencia constante en mi vida. A lo largo de mi infancia, imágenes de tiburones aparecían en todas partes. Solo manejando, casi cada día lo encontrábamos en matrículas y calcomanías, o pegado en un camión de U-Haul. Parecía que su presencia era tan contagiosa como su personalidad. Encarnaba en todo, siempre velando por nosotros, ineludible de la manera más reconfortante.

Mis hermanos y yo nunca sentimos su ausencia porque nunca se fue. Desde una edad temprana, mi mamá nos explicaba que estas señales eran declaraciones de su presencia para hacernos saber que estaba cerca. Era su forma de comunicarse con nosotros para decirnos, a su manera, que nos amaba. Con el pasar de los años, he encontrado una línea más directa con su recuerdo: la música.

Una de sus canciones favoritas era You’ll Never Find (Another Love Like Mine) de Lou Rawls. Para mi familia, el momento en que escuchamos sus notas iniciales se convierte en un instante de alivio que nos envuelve en su amor. Hay muchas otras canciones que nos hacen sentir igual, canciones que él cantaba junto a algún cuerpo de agua con un cigarro entre sus dientes o que bailaba con mi abuela. Son canciones que cierran la brecha entre su mundo y el nuestro para que podamos sentir su presencia, aunque solo sea por unos minutos.

No me había dado cuenta antes, pero él siempre sabe cuándo más necesitamos estos momentos. Al comienzo de este semestre, un día particularmente estresante, entré a Starbucks para tomarme mi café cuando me quedé con la boca abierta al escuchar un sonido familiar y lleno de alma. La voz suave de Lou Rawls se filtró por los altavoces, aliviando inmediatamente mis nervios. Sabía que me estaba enviando una señal. Sabía que este momento era su manera de notificarme su llegada, así que me senté en un banco para disfrutar de mi café y escuchar sus canciones.

Tengo una lista de canciones que me recuerdan a mi abuelo y Miami. Cuando las escucho, me enfoco en sus melodías, permitiendo que me envuelvan con la calidez de su recuerdo. Pero esta vez se sintió diferente. Era más directo que nunca, y había una canción en particular que se sentía especialmente dedicada.

Al principio, me fijé en Lo Que Está Pa Ti, de Willy Chirino, por sus trompetas brillantes y su ritmo oscilante, que me conmovió con un impulso de ánimo hasta que quería levantarme y bailar allí mismo en el medio del USC Village. Me recordó mis orígenes en Miami, de la experiencia de crecer rodeada de una cultura informada por el amor, la celebración y la comunidad. Pero a medida que escuchaba, comencé a notar la lírica y supe que mi abuelo estaba tratando de decirme algo.

“Hay veces que una tormenta se cuela en tu corazón/ Se te sube a la cabeza con la fuerza de un ciclón/ hay que seguir pa’lante buscando la solución/ Hacer de la pena un baile, y alegre cantar un son/ Que dice…/ Lo que está pa’ ti, nadie te lo quita”

El mensaje no podía ser más claro, especialmente viniendo del hombre que hizo que Que Bueno Baila Usted sonara mientras era enterrado en su funeral. Ese día, me envió exactamente lo que necesitaba para terminar el semestre. Desde ese momento, el estribillo de la canción se ha convertido en un mantra. ¿Estás nervioso por postularte para esa actividad extracurricular? “Lo que está pa’ ti, nadie te lo quita”. ¿Ansioso por perseguir una nueva pasión? Nadie te lo quita. ¿Tienes miedo de hablar con el chico que te gusta? Nadie. te. lo. quita.

Me enseñó que los fracasos no son definitivos, sino que actúan como avisos de lo que viene. Esta canción me enseña a confiar en la ruleta de la vida. Por cada impedimento en tu camino, hay algo mejor a la vuelta. Por un rato, dejé que mis dudas me controlaran. Nunca supe cómo procesar mi ansiedad porque en mi comunidad, nadie quería tener esas conversaciones. Pero después de encontrar esta canción, he aprendido una manera de eliminar estos bloqueos mentales, paso a paso.

Si alguien podía sacarme de esta tormenta negativa, siempre iba a ser él, la persona que llevaba una vida gobernada por el amor y la ambición. Ahora, cada vez que escucho esta canción, imagino a mi Abuelo Tiburón, bailando en algún lugar junto al agua, cigarro en mano cantando “La tipa que está pa’ ti, ¡ni Don Johnson te la quita!”

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