La (falta de) salud mental y emocional en familias mexicanas
La familia es el núcleo de la cultura mexicana. Es nuestro orgullo, fortaleza, motivación y apoyo. Sin embargo, a veces ciertas conductas problemáticas que están profundamente arraigadas en la sociedad pueden llegar a dañarnos.
“[La familia] es un sistema donde se aprende todo, todas las herramientas para enfrentar la vida”, dijo la Dra. Isabel Medina Hernández, psiquiatra y pediatra especializada en la familia con práctica en Puerto Vallarta, México. “Algunas veces son herramientas y algunas veces armas”.
En las familias mexicanas se inculca una combinación de valores muy importantes como la empatía, la generosidad, la comunidad y la calidez; y también patrones tóxicos que fácilmente pueden llevar a la enfermedad mental y emocional.
“En México, 25% de las personas entre 18 y 65 años de edad presenta algún problema de salud mental, y sólo tres por ciento busca atención médica”, dijo el Dr. Marcelo Valencia, investigador en ciencias médicas del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente en conferencia con la Secretaría de Salud mexicana.
Medina explicó que en su trabajo ha encontrado dos ejes principales problemáticos en las familias mexicanas. El primero consiste en los excesos.
“Una característica de nuestras familias es buscar el exceso de placer y tener poca tolerancia a la frustración”, dijo Medina Hernández. “Somos más infantiles y menos adultos”.
El segundo eje es el apego. Aunque una de las fortalezas de la cultura mexicana es la unión fuerte de las familias, la experta señaló que el apego excesivo se vuelve perjudicial.
“Se desarrolla muy bien el yo familiar, la pertenencia. Pero el yo individual cuesta”, dijo Medina Hernández.
Ambos ejes pueden llevar a dependencias. Muchas veces, los padres de familia mexicanos batallan para soltar a sus hijos y dejar que tomen decisiones como personas independientes.
“Si tú te desarrollas, si eres, si creces y haces cosas diferentes a los hábitos de la familia, lo pueden ver como traición”, dijo Medina Hernández.
En México, existen numerosos tabús alrededor de la salud mental. Estos incluyen la violencia física, mental, emocional y sexual. Por ejemplo, muchos padres mexicanos dicen “te pego porque te quiero”.
Del mismo modo, la agresión sexual es más común en familias mexicanas de lo que pensamos, y viene del tema de la búsqueda de placer. Sin embargo, frecuentemente los papás les infiltran a sus hijos la idea de “calladito te ves más bonito”, negando esta violencia.
Comúnmente, nuestros familiares, amigos o seres queridos nos dicen “ánimo” y “échale ganas” con buena intención para intentar apoyarnos. No obstante, estas frases también pueden ser perjudiciales para los que batallan con trastornos de salud mental y emocional. Con desbalances químicos en el cerebro, es difícil adoptar una actitud positiva ante la vida y quedar sanado automáticamente.
“Tan importante es echarle ganas como no echarle ganas”, dijo Medina Hernández. “Hay que aprender a llorar. Hay que aprender a tener tiempo también para escuchar nuestra tristeza. En la tristeza nace la fortaleza, en la tristeza nacen las cosas que podemos cambiar”.
La actitud crónica positiva y luchona de los mexicanos es uno de los valores más reconocidos globalmente. Medina Hernández describió esta condición como un “estado de euforia y felicidad permanente”, donde “se valida mucho la felicidad, y la tristeza, el miedo y la culpa están muy devaluados”.
Nuestra habilidad de mantener la esperanza, la creatividad, la motivación y la adaptabilidad es única. Pero también puede ser tóxica ya que evade e invalida los sentimientos de los mexicanos en vez de identificarlos y abordarlos. Esto puede llevar a otros problemas como la adicción, la autolesión y los trastornos alimenticios.
Medina Hernández sugiere nombrar los sentimientos y practicar la comunicación efectiva para crear conciencia y darle a la salud mental el espacio que merece. Lo que se nombra, no causa miedo ni angustia — algo que detiene a muchos mexicanos al navegar enfermedades mentales y emocionales.
“[Esencialmente] es aprender a ver a la persona y respetarla, aprender a ver al niño o al joven y respetar sus intereses, respetar sus necesidades”, dijo Medina Hernández.