Soy latina pero no mexicana


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Map of America with Central America highlighted while South America and the Carribbean are left in the shadows
(Arielle Rizal | Daily Trojan)

Ser caribeña en USC es como ser un tomate en una canasta de frutas dentro de un mercado de verduras. La comunidad latina y sus organizaciones son la canasta de frutas en la que teóricamente debería sentirme incluida. Sin embargo, esto está muy lejos de la realidad. Aunque en su fachada la Universidad parece valorar a todos sus estudiantes latinos por igual, la mayor parte del tiempo sólo la cultura mexicana — y en ocasiones algunas culturas centroamericanas — es representada.

Una de las razones principales por la que elegí USC fue porque parecía tener una comunidad latina vibrante. No obstante, llegar aquí y ver las organizaciones y los eventos planeados tanto por la Universidad como los clubes fue como tomar un baño de agua fría. Las únicas opciones culinarias en los eventos latinos parecen ser tacos, pupusas, pan dulce y churros. He perdido la cuenta de cuántos eventos incluyen lotería — juego que no entendía hasta que me senté a escribir este artículo. Los invitados especiales para las actividades son en su mayoría mexicanos y, cuando no lo son, se sienten como el token de diversidad latina no mexicana. Por ejemplo, un evento reciente contó con tres panelistas de raíces mexicanas y una colombiana. La falta de balance en representación cultural es evidente.

La situación mejora un poco en el ámbito musical, pero no del todo. Aunque es común escuchar el son caribeño del reguetón en las fiestas de algunas organizaciones latinas, no toma mucho análisis concluir que los allí presentes sólo conocen el reguetón gracias a la fama mundial que ha alcanzado el género tras el éxito sin precedentes de Bad Bunny. Las canciones de Plan B y Don Omar pasan desapercibidas mientras Un verano sin ti es cantado a todo pulmón. Estoy sumamente orgullosa del trabajo que los artistas puertorriqueños han hecho para que el género sea reconocido mundialmente, pero esta discordancia me recuerda que hasta hace algunos años el reguetón — y el vocabulario caribeño en general — eran degradados por el resto de la comunidad latina y clasificados como “español malo”.

Sin embargo, estas fiestas en las que me logro identificar con la música— aunque no del todo — son la única conexión que encuentro con el resto de los latinos en USC. En busca de conexiones latinas, una amiga colombiana y yo intentamos afiliarnos a una sororidad latina. Aunque fui aceptada, decidí no unirme porque entre la mezcla de que la mayoría del capítulo era nacido en Estados Unidos y que sus eventos históricamente revolvían alrededor de culturas centroamericanas, me sentí como una pieza de rompecabezas que no encajaba. Aunque estaba rodeada de latinas, no tuve sentido de pertenencia alguno.

Durante el Mes de la Herencia Latina pasado, una de las organizaciones latinas más populares creó una serie de publicaciones en Instagram sobre los distintos países latinoamericanos. Mi emoción ante la representación de otros países, sin embargo, duró muy poco. Uno de los datos que se incluía en la publicación era la fecha de independencia del país. Al llegar el turno de Puerto Rico, el autor no hizo más esfuerzo que una búsqueda de tres segundos en Google — y si te lo estás preguntando, sí, hice el ejercicio — para concluir que nuestra fecha de independencia es el 4 de julio. Puerto Rico es una colonia de EE. UU. y por tanto no tenemos fecha de independencia. Aunque la organización luego hizo otra publicación rectificandose y explicando brevemente nuestra situación colonial, esto no borró el sabor amargo del error cometido una de las pocas veces que me he sentido representada en la Universidad.

No quiero que se me malinterprete. Entiendo que, entre las poblaciones latinas de USC, la mexicana es la más grande por razones geográficas y sociopolíticas. Entiendo que, por tanto, esta comunidad esté mejor representada que América del Sur y el Caribe. Sin embargo, las organizaciones deberían reconocer que esta brecha en representación es significativamente mayor de lo que proporcionalmente debería ser y trabajar para disminuirla. No digo que la Universidad o sus organizaciones jamás hayan hecho eventos que incluyan elementos sudamericanos, pero son raros e infrecuentes. No se debería anunciar una diversidad entre culturas latinas que apenas existe. 

Si como latinos exigimos más representación en los medios de comunicación, debemos primero trabajar en nuestra diversidad intracultural. No se puede denunciar a Hollywood por presentar la comunidad latina como un monolito cuando las organizaciones latinas en una institución con la visibilidad de USC manejan la comunidad latina como un monolito. El hecho de que todos seamos latinos no significa que compartimos la misma cultura. De hecho, es precisamente la diversidad cultural lo que hace a Latinoamérica tan rica. No hay razón alguna por la que los eventos latinos deban presentar la misma comida, por ejemplo, cuando hay tantos platillos para escoger.

Durante este año escolar he sido bendecida con un grupo de amigos latinocaribeños increíble con los que momentáneamente me siento en casa. Nos reunimos y podemos comer arroz con habichuelas y tostones mientras escuchamos salsa o reguetón viejito. Sin embargo, esto inevitablemente me lleva a pensar en cuán bonito sería tener eventos en los que estemos mejor representados y en los que podamos conectar desde nuestras diversidades. En una ciudad en la que raramente me siento representada, quisiera que las organizaciones latinas de  la universidad a la que decidí asistir por lo menos hicieran un intento de incluir mi cultura.